MORIR EN CANA Por LAUTARO CONDELL
El caso de Marcelo es por demás triste. Toda su familia se encuentra recluida, es más al momento de morir su padre se encontraba a escasos metros, en otra celda. En la cárcel todos hablaban de su muerte. Algunos mencionaron el suicidio, otros, como yo, hablan de la falta de un programa de rehabilitación de la persona humana.
Ayer, a partir de una película chilena que muestra la antigua vida carcelaria, logré darme cuenta de que los métodos de rehabilitación del sistema carcelario chileno son exactamente los mismos de hace 40 o 50 años. Es evidente, no hay evolución en la forma con que el estado y la sociedad redime, cura o mejora al delincuente. Lo mismo de siempre. En la cárcel de San Felipe por ejemplo, existe la misma infraestructura de hace ocho décadas y no estoy hablando de una nueva cárcel, no, sólo hablo de la intención, de la inquietud ante la angustia del que sufre, de la conciencia de nuestra responsabilidad como vecinos de la misma sociedad. En cambio el estado chileno en nada se preocupa por la rehabilitación, encierra al delincuente para eliminarlo, sacarlo de órbita, dormirlo para ver luego, si por arte de magia el hombre sabe hacer otra cosa que no sea robar o traficar.
La situación del sistema carcelario en San Felipe y Chile es vergonzosa, por momentos hablamos de inhumana, al punto de dejar morir a nuestros jóvenes sin haberles entregado una verdadera oportunidad. Marcelo es igual a los millones chilenos de las poblaciones periféricas, los lugares más precarios y olvidados de nuestras ciudades, que se llueven en los liceos y que protestan en las calles con piedras, porque no existe otro horizonte para ellos o porque, como sociedad, no les hemos enseñado a hacer otras cosas. Es claro que las autoridades (es decir quienes tienen el poder de decisión en los recintos carcelarios) no cuentan con la conciencia y compromiso social suficiente para llevar a cabo la rehabilitación de las personas que delinquen. En realidad nunca ha sido su prioridad, solo están capacitados para reducirlos, acallarlos y encarcelarlos sin opción de una nueva vida. En ese sentido, no comprendo de qué sirven los asistentes sociales y sicólogos si no realizan un trabajo profundo y verdadero con los reos De haberlo hecho, Marcelo estaría vivo y en vías de recuperar su salud como cualquier persona enferma, salvado de morir en cana.

